01/12/2017.-
Una mirada a lo salvaje
Por Elio Daniel Rodríguez
Hace unos años me encontré con un puma confinado, condenado a vivir tras los barrotes de una jaula. Quizás se había acercado mucho a las viviendas humanas o, tal vez, había sido sustraído de la naturaleza de cachorro por alguien que no reparó en que el animal algún día crecería. Peor aún, su madre pudo haber sido cazada y el pequeño quedó a la deriva, concitando una consideración que un día llegó a su fin. Lo encontré echado en un sector de su área de reclusión y me lo imaginé libre, porque pensé que tal vez él estaba recordando esos años. No sé si los pumas pueden recordar esas cosas, aunque sospecho que sí, pero luego quise retratarlo según hubiese deseado verlo yo y él, tal vez, sólo tal vez, hubiese añorado estar: en medio del campo, descansando a la sombra de los árboles del monte, una tarde de primavera.
Creo que la mayoría de las veces no somos conscientes de todo el sufrimiento que causamos. Escucho decir que tal animal se metió en los “dominios” de no sé quién y que está haciendo “desastres”, y, sin intentar aquí rebatir esas afirmaciones (esa creo que es otra discusión), pienso en el verdadero desastre que estamos haciendo nosotros en todos los lugares en los que nos hemos metido, y en todo lo que transformamos nuestro mundo hermoso y diverso. Claro, muchos optan, directa y “sencillamente”, por matar al puma (volviendo al animal con que inicié este escrito) que se mete en “sus tierras”, pero me imagino que no son pocos los que ni siquiera son capaces de soportar la presencia en el jardín de algunos pájaros que aprovechan nuestras sobras, y reniegan porque ensucian el piso o comen la fruta del árbol. Lamentablemente, no estamos preparados ni hemos sido educados para compartir el mundo.
Desde este punto de vista, nuestra vida corre peligro. Porque estamos eliminando, uno tras otro, eslabones esenciales que mantienen un sistema magnífico en pleno funcionamiento. Porque dependemos de una trama impresionante que no sabemos cómo reemplazar y que estamos desbaratando. Porque creemos que resolveremos problemas que ni sabemos cuáles pueden llegar a ser. Pensamos: “Ya se verá llegado el caso”. O directamente, no lo pensamos.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Bueno, creo que entre otras cosas nos atrajeron hacia otra parte con baratijas y luces de colores y una vez distraídos, algunos se dedicaron a aniquilar lo que podían en beneficio propio. Y lo siguen haciendo. No hay nada tan efectivo para destruir la naturaleza que habernos alejado de ella; ojos que no ven, corazón que no siente. Si hoy por hoy sólo prestamos atención al teléfono, qué nos puede importar lo que le pase al mundo; pero tenemos un problema: somos parte del mundo y dependemos de cosas que no alcanzamos a valorar en su justa medida. Que van más allá de nuestra pretendidamente todopoderosa tecnología y de nuestro ombligo.
Lo que ven aquí hoy, en la inauguración de esta exposición que llamé Una mirada a lo salvaje, es un intento, muy pequeño por cierto, por demostrar que lo salvaje es hermoso, que lo pequeño es hermoso. Que vale la pena conocerlo y protegerlo. Y que si no lo hacemos, irremediablemente, vamos a pagar por ello.
Esta muestra está dedicada a la memora de mi madre, que un día creyó que yo podía pintar y me regaló un lienzo blanco y una caja de óleos.
Gracias a la Casa de la Cultura de Salta, que una vez más me abrió estas puertas.
Gracias a ustedes por estar aquí.
Y gracias a mi familia, mi esposa y mis hijos, que aprendieron a entender lo que me une a la vida salvaje.
Nota de Redacción:
Muchas gracias querido Daniel por esta importante colaboración a saltainternacional.com. Pero muchas gracias también por tu amor a la naturaleza, por tus excelentes obras de arte, por tu bondad ilimitada. Por ser un artista íntegro, tal como eres también, un periodista íntegro.
Ana Lorenzo
www.saltainternacional.com